En nuestra
sociedad actual, las personas, de media, alcanzan fácilmente la edad
de 80 y 90 años, y ya existen multitud de hombres y mujeres
centenarios, con todas sus facultades despiertas.
El
condicionamiento general en la población, es que después trabajar
durante décadas, criar hijos e hijas, aportar a la sociedad y pagar
religiosamente los impuestos, entre los 60 y 70 años, las personas
se retiran del mundo, al status de “jubilados”, personas
lastradas de impedimentos sociales, laborales, familiares...que
muchos de ello/as interpretan como ya la “invalidez” emocional de
personas “no validas” o con “limitaciones severas”.
A lo largo de
la vida de las personas, a cierta edad, entorno a los 50 años, más
o menos, en la mente inconsciente saltan las alarmas de la inquietud
sobre el futuro. Antiguamente, era fundamental para las personas de
edad, disponer de un hijo o hija designado para cuidar y alimentar a
sus ancianos padres y madres, abuelos y abuelas. Si no era así, en
el momento en que no podían trabajar, eran relegados a la mendicidad
en las calles, al no existir ayudas ni subsidios de ningún tipo.
Esto esta
marcado en nuestro inconsciente, nuestra memoria celular, que si no
nos cuidaba de mayor algún familiar, las personas de edad avanzada
morían en las calles de indigencia. Yo personalmente lo he podido
observar, en un viaje a la India, donde fallecen personas ancianas en
las calles con la indiferencia del resto de población.
Otra vertiente
de esta memoria ancestral del abandono de las personas mayores, es
buscar constantemente negocios, crear empresas, ahorrar, guardar
dinero, posesiones, cargos, intereses para asegurarse una vejez
abundante y sin carencias. Hay personas que pasan la mayor parte de
sus vidas persiguiendo estos fines para asegurarse una “vejez
digna” como dicen las personas afectadas por estas memorias.
Alejemos de nuestras mentes, este tipo de condicionamientos absurdos
y limitantes.
Por poner unos
ejemplos:
Hay una señora
de color con mas de 80 años culturista de gimnasio, otra señora
hindú pasados los 70 años, maestra de lucha de espadas en la India.
Un señor de 90 años que sigue escalando montañas, como ha hecho en
toda su vida, otro señor español, que tras jubilarse y pasados los
70 años, corre maratones, y es admirado por militares, bomberos y
policías jóvenes, al superar sus marcas con facilidad. Y la mujer
mas longeva hasta la fecha, una señora francesa, que dejo de montar
en bicicleta a los 100 años porque las cataratas le impedían ver, y
fue fumadora de cigarrillos toda su vida. Yo personalmente conocí
una señora, que pasado los 100 años, iba cada semana a la
peluquería, se vestía y maquillaba, y tomaba todos los días, sus
martinis, vinos y coñac, como siempre había hecho. Todas estas
personas, han disfrutado toda su vida de una salud excelente.
Ocurre, que el
ser humano es tan longevo, para realizar varias etapas vitales, la
juventud para expandirse, la edad intermedia para lograr
conocimientos y experiencias, y la madurez para aplicar t y
desarrollar toda su sabiduria a su ser y al mundo.
Sin embargo, si
la persona ha vivido con el miedo de la carencia en la vejez, en el
concepto de la “no validez” de la avanzada edad, de sentirse
impedido por creer que su mente y su cuerpo se esta apagando,
enfermando. Entonces acuden los “fantasmas de pasado”, que hice
bien o mal, y si hubiera hecho esto lo otro, yo estaría mejor,
estaría mas feliz, con menos pesar...etc.....
Esto es el ego
manipulando la mente para atraparnos en su “rueda” del
sufrimiento y el pesar.
Entonces,
acuden a sistema sanitario, ante su angustia e inquietud vital, donde
les atiborran de todo tipo de medicamentos y substancias, para
anularlos, bloquearlos, y llenarlos de miedos.
Cuando las
personas de edad avanzada, que han cumplido con todos los preceptos
sociales, materiales, laborales, físicos y emocionales, entran en el
proceso de la evolución, la sabiduría y la santidad. Sus vidas se
tornan pausadas, sus cuerpos le piden paz, sus mentes se serenan, sus
experiencias de vida, les hace aflojar el ego y la mente. Su
neutralidad y equilibrio les hacen ser buenos consejeros y
consejeras. Su vibración sube, su simple compañía sana, su
paciencia, sus silencios, y sus miradas condescendientes, hacen
calmar y abrir nuestro corazón. Sus historias del pasado, con mil
vicisitudes, hacen tomar conciencia, y relativizar a nuestros
“problemas mundanos” y disfrutar mejor de la vida. La sabiduría
de las personas en la madurez, son una luz en el mundo, una bendición
para toda la humanidad, cuidemoslos, respetémoslos, aprendamos de
ellos, y mejoraremos nosotros, con toda su calidad humana. Amemos a
los ancianos, pues son nuestra sabiduría, herencia y bienestar.
Una vez,
alcanzada la madurez, donde todo a nuestro alrededor se diluye, entra
en juego lo aprendido, estar en paz con nuestro ser, perdonar
nuestros “errores”, trabajar la aceptación, y disfrutar de cada
minuto de vida, apreciar los pequeños detalles del mundo, que antes
fueron ignorados, dejarnos llevar, que el mundo nos va a proveer de
todo lo necesario, de dar las gracias por tantas experiencias
vitales, de saber que todo esta bien, y que una nueva etapa,
brillante y hermosa nos espera con todo lo aprendido, que todo ha
sido un regalo de Dios, y por ello estamos agradecidos. Y que la vida
sigue, en otra dimensión, con la intensidad y alegría de saber que
somos inmortales.
Dedico este
texto a mis amados abuelos y abuelas.
Juan Antonio y Juana.
Eusebio y
Maria.
Y a todos los
ancianos.
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